jueves, 12 de junio de 2014

En mudanza permanente.

Mientras tanto, me sigo hablando en el camino a otros campos en:
http://autoparlando.blogspot.com.ar/

domingo, 9 de febrero de 2014

lunes, 25 de noviembre de 2013

Hospital

Y así, como cuando me preguntaron mi nombre y me fui desvaneciendo antes de terminar de responderlo, en esa camilla dura e impropia de quirófano de hospital público, me sentí en ese momento: expuesta, semi desnuda, inmovilizada por la angustia entre tantas personas que me daban la espalda y se preparaban para la ocasión, y con un respirador firme e inmóvil, dándome de ese aire que no quería respirar, pero debía.
Exactamente así.

Me aferré con mis brazos a mi propio cuerpo, lo único que tenía en ese instante y que no se estaba yendo por los aires, contando internamente los segundos que faltaban para volver a abrir los ojos; necesitaba despertar y que todo se aclare, para recibir esas respuestas que caerían del cielo como resoluciones listas para aplicar, y fue exactamente lo que no sucedió, como todos ya imaginan.
¿Qué sentido tiene creer que unas cuantas horas de sueño podrían revelarme algún secreto para tratar la melancolía que se vendría, o aun peor, irían a cambiar los acontecimientos que ya pasaron?
De todas maneras me mantuve expectante, ya no había truco bajo la manga y la realidad se me estaba impregnando en cada célula de mi sangre... si no dormía entre esas pesadillas anunciadas, moriría en vida deambulando una y otra vez por los instantes que, según mi versión de la catástrofe, arruinó mi vida.

La cuestión es que desperté en una cama, un poco más blanda que aquella del Posadas, sintiendo un gusto aún más amargo que la anestesia suministrada amablemente por vía respiratoria, y con un vacío bastante más pronunciado que aquel que casi no podía sentir. Paradójicamente, esta vez no me habían sacado nada tangible del cuerpo, sólo se trataba de la mitad de mi alma y un buen pedazo de mi sensibilidad.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Irrealidades

Es la comunicación de los puros sentidos transmitidos de uno a dos, que roza lo vacío por tratarse de una vía que de hecho podría no ser existente; es decir, es nada.
Pero se que no era simple nada. Porque cuando hay algo que decís fuera de tu mente se vuelve pura palabra, y todo pasa por otro lado. (¿por dónde?). Vos no lo entenderías -dijo en una parte- si no estuvieses implicada.
Recuerdo haber pensado que aquí ya había algo para recordar.

Justificó -desde algún punto de vista rebuscado que cuesta seguir- que resultaría imposible que suceda a través del tiempo, y por lo tanto a través de la narración (lenta y cruda, adornada con ideas complicadas pero poco atractivas, aquella narración), por no albergar en sus medidas y acotadas circularidades un espacio donde los espíritus empiecen a hablar, comunicarse, emitir opiniones y contar su propia versión de los hechos que, técnicamente, deberían ser los mismos.
No hay lugar para irrealidades.
Sí, entendí, lo nuestro es de otra cosa. Habla de otra cosa. Pero no se con qué quedarme, si al final es un universo que técnicamente no existe, que no nos rodea, que nos incluye a medias y a duras penas nos deja pensarlos. Quedo yo en el aire, porque puedo imaginarlo pero no verlo ni olerlo. No al menos así de bien, así de claro, ni así de igual que sentirlo. ¿No hay reproducción? Empiezo a creer que alguien debe entenderlo mejor que yo, alguien debe poder decirme algo mas... y ahí es cuando meto la pata.

Y se enojarán, seguro un poco conmigo, porque no sucede lo mismo con ellos y -tal vez- porque no pueden comprender totalmente como llegar encontrarse envueltos en el misterio que es opuesto a esa narración absurda y redonda que resulta hasta falso y predecible; hablo de aquel misterio real que se apoya en torno al silencio, a los colores, a los sueños, a los instantes, a la visualidad abstracta, a la vuelta al sonido ausente, a la pausa, a la conexión directa entre puntos sensoriales que se sitúan en el espacio entre los dedos de las manos, a la vuelta esta vez a los instantes pasados y al contar para atrás todo lo mismo, con los puntos sensoriales, con las abstracciones, las irrealidades, las tonalidades (entre todo).

Y todo eso, agrega, porque quiere tener que explicar(me) lo menos posible.
Yo solo puedo quedarme con que si es como el silencio, jamás nadie va a poder entenderlo.
¿y quién oye el silencio..? Así... despacio, como nosotros.


sábado, 19 de octubre de 2013

Sin titulo I

Si nuestro entendimiento no nos habilita para entender que todo esto es consecuencia de nuestro (escaso o redundante) accionar, entonces mañana ni nos molestemos en seguir.
Porque no, no lo merecemos.

domingo, 13 de octubre de 2013

Lápiz

Horas.
Sumatoria de minutos interminables (e intermitentes) sentada frente a papeles, y a monitores. Y el mismo monitor, pero que va cambiando de lugar en el espacio, en el tiempo, y de estado.
Sonidos. De teclas y de papeles rasgados, de elementos que rozan, aprietan y dejan marcas con forma de letras (a veces) y de garabatos (la mayoría). Lápices que borran con el extremo opuesto del que escriben... como si no se pudiera resumir mejor la historia del mundo. ¿Menos general? la historia de mi existencia, y la de unos cuantos que conozco bastante.
Más y más minutos sumados sobre mi cabeza, mirando, y escribiendo, borrando, contando, pensando, y agregando cosas desde un tren en movimiento que después se me iban a olvidar, pero que igual están escritas en algún rincón del universo.
Contando para mí, ejemplificando para mí, moviendo el vocabulario en mi honor, construyendo un cuentito metafórico que me ayude a calmar mis costas.

Desafortunados momentos documentados que me ayudan a recorrer el tiempo cuando me olvido si eso fue antes o después, cosas encriptadas pero para mí. Mensajes al futuro que tal vez, con suerte, los entienda. Felizmente los decodifique y les de un nuevo contexto, un nuevo significado. Broncas calmadas porque mis dedos sabían por dónde moverse, y por dónde no podían.
Resentimiento. Odio.
Mucho odio disolviéndose a la par de que intentaba entender- y entendía.

Aprendí.
Algo, pero no se bien qué.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Saber que no sabés

-¡Esperá, esperá, no cuentes tan rápido, porque me pierdo!
-Ni yo se lo que cuento, Rosario...

Porque la verdad es que me pierdo.
Empiezo por golpes en los pies, de esos golpecitos que no son para tirar, ni siquiera derrapar, son como piedritas de ruido contra el guardabarro, son para joder nomás. Y después hay besos, y hay palmaditas en la espalda, hay cariño, hay afecto, el resto es pura desesperación mezclada con otras yerbas, cosas que conozco como la palma de la mano, cosas que se necesitan. Es eso: como si necesitara ayuda...
Lo que pasa en el final, es que cuando quería tenderle la mano, ya era tarde, o muy temprano. La ayuda todavía no la necesitaba, pero bien que le iba a pasar lo de siempre a la Negrita, y no iba a saber a dónde correr, la pobre.
¿Y pero como le cuento a Rosario todo eso? ¿Yo, que no soy vidente ni creo que se anticipen los hechos, yo adelantándome a los caprichos? ¿Yo sintiendo todo eso que es de otro? Perdón, pero dejate de joder, me dice, dejate de embromar, vos no te conocés ni a vos misma, yo te vi mirando, yo te vi no te hagas la viva, si sos un desparpajo, nena, no te vengas a hacer...

Ya se, Rosi, ya se. Ya se que no lo se, lo imagino, pero no lo se.