sábado, 6 de marzo de 2010

Shit happens.

Las cosas se superan... o no.
Y el tiempo pasa, pasa, pasa, y las cosas quedan, quedan, y siguen quedando.
No porque sean buenas o malas, sino porque algunos sentimientos quedan intactos siempre. Quedan estancados en la escencia de lo que somos, y asi crecimos, asi maduramos, y asi seguimos estando con ellos adentro. No salen y cambian como otros. Están ahí, siempre en el mismo lugar, con la misma importancia, mas allá de que pensemos o no, mas allá de que los tengamos presentes o se duerman en nuestro interior hasta casi desaparecer. Pero vemos su existencia, casi tan fuerte como la primera vez que aparecieron, cuando salen a flote y te das cuenta que es lo mismo, duele lo mismo o te regocijás en lo mismo.
Porque ese sentimiento es tuyo, no de los demás. Lo sentís vos, no tus amigas, tus hermanos o tus vecinos. Es básica y netamente tuyo, y por mas que sea irrazonable reitero que es t u y o. No entra en otra cabeza, porque no lo pueden sentir.

Cuando te dicen "date vuelta, ahí está, ¡date vuelta!" y vos obviamente que no querés hacerlo, porque preferís mirar de lejos cuando esté de espaldas antes que enfrentar a la desilución. No es cobardía, es la desilusión de saber, y de entender, que esa distancia que separa un paso del otro no es solamente física. Y saber que estar a un paso, a medio, a una pulgada cuesta como miles, millones, incontables. Entonces no me doy vuelta, y "no nos dimos cuenta que estabamos ahí, tan cerca uno del otro". Prefiero ponerlo entre comillas, porque voy a tener ganas de gritar mas tarde cuando esté lejos, y es obvio que yo, básicamente yo y solo yo, si me di cuenta y si me hubiese gustado girar mi cuerpo y correr a enfrentarme a su cara para examinarla de cerca. Pero no se puede. Y él no quiere, también.
Pero no es que me encapricho diciendo "no se puede" cuando en realidad sólo tengo que correr. Es en verdad que no se puede; porque A) Yo prácticamente no existo, y B) Porque cada vez que lo intento (intentar lo imposible) hay algo que lo impide. Es como tirar la moneda y embocarla en la boca del sapo: o está ocupado porque ya la embocaron, o no cae donde debe caer y ya.

Y esperar, resuta tan difícil. Hay quienes mantendrían la esperanza de una vez encasillarse en lo que desean con tanto fervor. Yo no tengo esperanza, tengo resignación que es tan distinto que un abismo de palabras los separa. La esperanza en estos casos es para los idiotas que no quieren ver (o quizás no les interesa ver) la realidad con los ojos secos y limpios; es para aquellos que los miran empapados de lágrimas empalagosas que forman esa película que distorsiona los hechos claros y consisos, y van con esa media sonrisa conformista por la vida esperando cosas que probablemente nunca lleguen.

Tenga o no la tenga, si pasa por alguna razón increible, no voy a ser mas o menos feliz por haber tenido mas de su insulsa esperanza.

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