jueves, 30 de mayo de 2013

División de bienes.

Todo lentamente se va despedazando en partes, y del resto de mi cuerpo me pierdo, lo pierdo porque al fin ya no pertenece a mi reino diminuto y flojo.
Por allá mis piernas, y mis brazos, y mis ojos... se alejan, me dejan, pausado, y sin sonido.
Qué extraño se siente. Estar bajo el agua es desobedecer la gravedad, es invertir las leyes de la naturaleza, es caer en un vaivén eterno donde descansar está permitido, y donde se lo hace en círculos, en espirales, luego en zig zag, y después todo junto.

Ya la siento... entrando por todos lados, dividiendo por dentro lo poco que tengo para aflojar lo que estaba feo, pudriéndose, muriéndose; lo que me trajo al agua, antes al salto, antes al llanto y más antes a la pena infinita. A la decisión primera.
Más suave que el ácido, que el aire, que la tierra que descompone vorazmente.
Más suave que incluso un sueño.
Porque así es con mi alma y eso me alcanza.


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